martes, 1 de diciembre de 2009

Los falsos dilemas con el manejo de nuestra rabia y de las emociones

Guardarse el enojo le hace mal al corazón, este es el titular de una noticia resultado de una investigación realizada por la Universidad de Estocolmo.Y la alternativa que ofrece es clara; no se lo guarde, y tendrá menos probabilidad de sufrir un ataque.

La noticia es muy corta, concluye indicando "No se trata de que los trabajadores les griten a sus jefes, Esa no es la mejor solución, pero siempre es mejor decir en voz alta que uno se siente tratado injustamente y tratar de encontrar una solución"

Y claro, ese es el dilema que ofrece, si me guardo el enojo, me enfermo, si no lo guardo, corro varios riesgos derivados de dañar y enojar al otro con mi enojo.

Lo que a mi me parece que la noticia no muestra, son dos aspectos relativos a nuestras emociones:

  • El primero, es que la emoción no la decidimos, nos pasa. Y nuestra respuesta en el momento no es una decisión consciente, sino que es producto de nuestra historia, de los automatismos que hemos creado para responder a los estímulos del entorno. Se requiere un entrenamiento no trivial para poder decidir la respuesta que damos cuando estamos tomados por una emoción.
  • Lo segundo que no se indica, es precisamente la capacidad que tenemos los humanos de aprender a cambiar nuestras reacciones frente a los estímulos externos. Y ese aprendizaje tiene un componente derivado de la explicación que doy de mi rabia, y un componente corporal producto del entrenamiento que puedo hacer para ampliar mis respuestas posibles frente a los estímulos externos.
Culturalmente, al igual que hacemos con el miedo, hemos catalogado a la rabia como negativa. Sin embargo, biológicamente la necesitamos. Es la emoción que nos permite cuidar nuestros límites.

Nos enojamos cuando sentimos que algo nuestro está en peligro, y ese enojo nos pone en predisposición para defender lo nuestro, nos genera fuerza. Tal cual como una madre que defiende a su hijo, un perro que ve invadido su territorio, un hombre que es acusado públicamente.

La rabia, y la fuerza que genera, es lo que necesitamos también para ir en pos de nuestros sueños. Con esa fuerza podemos dañar a otros, y asimismo podemos hacer mucho bien. Todo depende donde coloquemos el foco de nuestra rabia. Como indica la foto de la noticia que comento,la rabia no implica violencia, sino que fuerza y foco.

Lo que pocas veces hacemos es la reflexión, la pregunta acerca de qué es lo nuestro que estamos defendiendo. Y cuando hacemos esta reflexión, podemos ver que en muchos casos, nuestro
enojo deriva de nuestro ego, de la imagen de nosotros mismos que hemos construido y que creemos que somos.

Así cuando otro habla de mí o de mi quehacer, y difiere de lo que yo creo, lo veo como un ataque a mí, a mi ser, en lugar de verlo simplemente como una opinión distinta.

Aprender a mirar que defendemos cuando sentimos rabia, es un gran medio para conocernos a nosotros mismos, y de ahí aprender a soltar, a desapegarnos de aquello que realmente no es relevante y no nos constituye.

Y con la reflexión hecha podemos ir al aprendizaje, en que el cuerpo genera nuevos mecanismos automáticos, más poderosos que los antiguos, y lo hacemos de la misma forma como incorporamos cualquier práctica, llevando la atención en forma recurrente a la nueva interpretración que queremos generar en nosotros.

Sincrónicamente, encuentro el resultado de otro estudio, esta vez uno financiado por los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU, con base en el aprendizaje. Este estudio muestra como la meditación reduce en un 50% los infartos. No se trata de expresar la rabia, no se trata de reprimirla, se trata de colocarla a nuestro servicio.

Y yendo más allá de la noticia, creo que si el estudio mirara otras variables, descubriría que los ataques al corazón no los genera la rabia contenida, sino que es el miedo a expresar la rabia lo que daña la salud.

Por Raúl Herrera L.